I
El cambio o transformación (parināma) es un tema importante que cruza el conjunto de los Yoga Sūtra de Patañjali. El autor propone (en el sūtra IV.18) ver en la presencia o ausencia del cambio la diferencia fundamental entre las dos partes de un ser humano: la conciencia (inmutable) y la materia (cambiante), que denomina nuestra “doble nacionalidad”.
El objetivo esencial de la práctica del yoga sería salir de la identificación de uno con el otro para lograr vivir en la conciencia plena de nuestra naturaleza dual. ¡Es más fácil de escribir que de realizar…! En este artículo voy a concentrarme en el cambio mental que el texto presenta entre III.9 y III.12.
Distracción y atención: como dos vasos comunicantes
El tercer capítulo de los Yoga Sūtra de Patañjali está consagrado a los posibles desarrollos que podemos conocer por la fuerza de las indagaciones profundas sobre tal o cual sujeto/objeto de meditación. Esto ciertamente explica por qué Patañjali expone al inicio del capítulo las grandes olas de la transformación por las cuales puede pasar el psiquismo humano durante esta búsqueda. Como explica Desikachar en la introducción al capítulo: “En el interior de esta persona se revela un conocimiento de una dimensión desconocida hasta ese momento en relación con esos objetos”. La mente capta de manera parcial las informaciones concernientes a un objeto. O, tal como hemos visto en artículos anteriores, la meditación es el medio de descubrir el sentido y el significado de un objeto, ya que nos abre un acceso a las cosas ocultas, que, en cualquier caso, no resultan evidentes a primera vista. Este cambio que se opera en el psiquismo es la piedra angular de este “conocimiento de una dimensión desconocida” del que habla Desikachar.
Patañjali divide en tres niveles esta transformación: la atención, la selección y la constancia.
Nivel 1. El cambio mental mediante la atención (nirodha parināma) III.9
Se trata de un aforismo muy largo:
vyutthānanirodhasamskārayoh abhibhavaprādurbhāvau nirodhakshanacittānvayo nirodhaparināmah (III.9).
He resaltado en negrita la palabra nirodha que aparece aquí tres veces. Este término se traduce a menudo por la palabra “parada” o “cesación” y ese es uno de sus posibles significados. Sin embargo, siguiendo las enseñanzas de Desikachar constaté que él prefería otras dos interpretaciones: “dirección” y “atención”. Él empleaba la idea de dirección en el contexto de la definición del yoga en el sūtra I.2 y eligió la idea de atención en este contexto de la transformación mental.
Patañjali evoca además, para los tres niveles de transformación, el concepto de los vasos comunicantes —cuando algo desciende, algo sube, como un termómetro que muestra la máxima y la mínima—. En este sūtra el término abhibhava designa la disminución y prādurbhāvau el aumento. Aquello que desciende es el hábito de la distracción (vyutthāna) y lo que aumenta es el hábito de la atención (nirodha). Los seres humanos desarrollan estos condicionamientos (samskārayoh) de la atención y de la distracción de manera muy temprana en su existencia. Mi nieta, cuando viene a casa, tiene derecho a ver la televisión durante un tiempo determinado, de acuerdo con sus padres que no tienen televisor en casa. ¡Yo soy testigo de su intensa atención cuando llega la hora de este “regalo” en casa de los abuelos! ¡Afortunadamente ella tiene el mismo condicionamiento para jugar! La distracción tampoco queda fuera…
Esta primera transformación de la psique es descrita como una impregnación progresiva de la mente (cittānvayo) del hábito de la atención gracias a todos los instantes (kshana) en los que uno fija el espíritu (nirodha). ¡Yo le llamo a esto “pulsar el botón de la atención”! Se trata de dirigir la atención conscientemente, instante a instante. Vuestro profesor, al pediros en clase que toméis conciencia de la columna vertebral, de un músculo, de una articulación, de una fase de la respiración, etcétera, os está ayudando a que “pulséis el botón de la atención” y así vayáis logrando, poco a poco, esta primera transformación mental, que tan importante es.
El siguiente sūtra hablará justamente de la importancia de una acción repetida para asentar la fuerza de esto:
tasya prashāntavāhitā samskārāt (III.10).
A partir de esto (tasya) se establece el hábito (samskārāt) de un flujo (vāhitā) apacible (prashānta) de atención. Como decía Desikachar: “Mediante una práctica asidua e ininterrumpida, la mente puede permanecer en el estado de atención durante mucho tiempo. Pero si descuidamos esto, la distracción retomará el mando”. ¡¡Hemos sido advertidos!! Esta idea del “flujo apacible” habla de dos cosas. Por un lado, hay que hacer un esfuerzo menor para permanecer concentrado y, por otro lado, el restablecimiento del estado de atención es más fácil y rápido. Podéis constatarlo durante vuestra práctica sobre la esterilla.
Nivel 2. El cambio mental mediante la selección (samâdhi parinâma) III.11
La palabra samādhi no significa “selección”, pero yo empleo este término para mostrar que, dentro de esta segunda fase de la transformación progresiva de la psique, lo importante es la idea de elección, de la selección. La palabra samādhi significa un estado de unidad, dos cosas volviéndose una. Así que el samādhi parināma puede considerarse como el cambio que se opera por la focalización en una dirección, mientras que las posibilidades de orientación son numerosas.
En efecto, como indica el aforismo...
sarvārthataikāgratayoh kshayodayau cittasya samādhiparināmah (III.11).
...la capacidad de la mente (cittasya) de asir numerosos objetos (sarvārthata) es adquirida, pero la tendencia a querer seguir todas esas direcciones disminuye (kshaya) en provecho de la aparición (udayau) de una focalización hacia una sola orientación (samādhi). Implícitamente: una mente que se va dotando progresivamente de una gran capacidad de atención prolongada dentro de un estado apacible se arriesga a perder su estabilidad y su paz al querer abarcar demasiados elementos, cada uno de ellos tan atractivo como el resto. Es así como se vuelve crítica la necesidad de selección, que implica una cierta renuncia. La claridad (viveka) es el principal aliado del practicante de yoga en esta segunda fase de la transformación mental.
Uno reconoce el progreso de la transformación mental a nivel de la selección por la mayor facilidad a la hora de escoger
Esto es un poco como cuando uno se encuentra ante un gran bufet: la selección es enorme, pero uno no tiene más que un solo estómago... Y, sin embargo, el deseo a menudo nos impulsa a quererlo probar todo, ya que solamente tenemos que abrir la boca…
El conocimiento y la comprensión nos ayudan entre las opciones y la claridad nos ayuda a determinar de forma justa hacia dónde nos dirigimos nosotros. A menudo una ayuda externa resulta beneficiosa a la hora de escoger. Aun así, reconocemos el progreso de la transformación mental a nivel de la selección por la mayor facilidad para elegir y por una menor frustración cuando uno renuncia a seguir tal o cual objetivo, por cierto interesante.
Nivel 3. El cambio mental por la constancia (ekāgratā parināma) III.12
También aquí me he tomado la libertad de no traducir directamente la palabra ekāgratā, que significa la focalización en un solo punto, sino que resalto aquello que es necesario para su implementación. En efecto, la lealtad, la fidelidad, la devoción, la constancia son los rasgos que se afirmarán y refinarán en la persona que avance en esta última etapa de la transformación de la psique que presenta Patañjali en el duodécimo aforismo. Igual que el Abate Pierre fue leal a las personas sin techo, igual que Jean-Louis Etienne es constante en su misión para salvar los polos y así como Desikachar se dedicó a dar a conocer las enseñanzas de su padre…
En tan buena compañía, os explico este sūtra:
tatah punah shāntoditau tulyapratyayau cittasya ekāgratāparināmah (III.12).
Así que además (tatah punah) la transformación (parināma) de la mente (cittasya) hacia una focalización total (ekāgratā) opera cuando lo que se calma (shānta) y aquello que despierta (uditau) presentan el mismo (tulya) aspecto de la psique (pratyaya). La palabra tulya significa equilibrio, igual, constante, y designa una intensidad de dirección de la mente fuera de lo común. Esta podría ser del orden de lo obsesivo, pero en realidad la persona que ha pasado por las dos etapas de transformación precedentes ha venido progresivamente a esta constancia en la consecución de su objetivo. El obsesionado es obstinadamente inflexible desde el principio. Jean-Louis Etienne no es inflexible en su misión, sino que es tenaz…
Ya sea por el camino analítico o por el de la intuición, el fundamento de la indagación de esta persona reaparece impecablemente. La confianza reina en su mente. El aspecto emocional de este individuo no desestabiliza su fidelidad para perseguir su objetivo. La enfermedad, los fracasos y los problemas inevitables hallados en el camino no le distraerán de su objetivo.
Por muy tentadora que pueda parecer esta última transformación de la psique, no debiera cegarnos acerca de la necesidad de cambio para la instalación de una claridad que nos permita elegir la orientación mental de manera justa. Y esta capacidad para tomar las buenas opciones, tan gratificante en el proceso del yoga, no debiera hacernos olvidar que el abc de la práctica pasa por el cambio progresivo de la distracción a la atención. Sobre vuestra esterilla y en vuestra cotidianeidad, “pulsar el botón de la atención”, incesante y conscientemente, es el secreto que abre la puerta a las otras transformaciones.
II
En el artículo anterior en YogaenRed os presenté las transformaciones de la psique que encontramos al comienzo del tercer capítulo de los Yoga Sūtra de Patañjali, del 9 al 12. Se trata de un largo proceso en tres etapas que vamos a recordar ahora, y a continuación veremos lo que nos dicen los sūtra 13 y 14.
La primera etapa hace que la mente cambie de la distracción a la atención para transformar su capacidad de estar presente, de estar atentos a las cosas, con el fin de ser más conscientes de dónde ponemos la atención. En segundo lugar, hace que cambie la bulimia natural de la mente, deviniendo así “más eficiente”, y que, de querer abarcar un máximo de elementos, vaya hacia una selección que la afine y que le permita ser menos desordenada. Finalmente, la última transformación es la que conduce a una rara intensidad de dirección del individuo en la cual, cualesquiera que sean los inevitables cambios en las ocupaciones, el fundamento de la búsqueda de dicha persona reaparece impecablemente, como esos juguetes de los niños, los tentempiés, que retornan a la vertical, ¡pese a que uno los empuje hacia todos lados!
El resto de los sūtra(s) extenderán el análisis del cambio a todos los elementos de la Naturaleza, del mundo manifiesto, así como al conjunto del aparato psicosensorial de los seres vivos. Veamos pues los sūtra 13 y 14.
Estar en perpetuo cambio es la naturaleza misma del mundo material. Las hojas de los árboles caen en otoño y otras crecerán en primavera. Las lluvias pueden sorprender por su intensidad y ocasionar inundaciones y dramas humanos. Un animal doméstico, habitualmente dócil, puede morder al invitado que inicia un gesto de caricia. ¡El precio del combustible aumenta…! Sin cesar el mundo se transforma. La India nos ha legado una visión de eso que allí denominan “la sustancia” (prakrti), el mundo manifiesto, dicho de otro modo. Ese mundo material —desde la estrella más lejana hasta un grano de arena de la playa, pasando por las partículas de luz que atraviesan los objetos más densos como las cadenas montañosas, hasta los mundos vegetal y animal, dotados todos ellos de sus propias capacidades sensoriales, emocionales y de sus propias inteligencias— está compuesto de tres cualidades o energías fundamentales (gunas).
Se trata de sattva, una energía de luz que revela y hace funcionar la inteligencia y la sensibilidad. De rajas, una energía de dinamismo que permite activar, poner en movimiento, y que da la pasión. De tamas, una energía de pesadez que densifica, estabiliza y hace funcionar el sueño. Cada energía está simbolizada por un color: sattva el blanco, rajas el rojo y tamas el negro. Estas cualidades, presentes en todo, cambian incansablemente de intensidad unas en relación con las otras y constituyen los agentes responsables de la impermanencia que a veces nos deleita —un cielo que va cambiando de segundo en segundo al atardecer— y otras nos desestabiliza —un violento viento se levanta y arranca los tejados—. Se compara la interacción de estas tres cualidades y su coloreado enredo con un gran tapiz, siempre en creación…
El sūtra III.13 indica que uno puede observar todos los cambios en los elementos y en el aparato psicosensorial a partir de tres aspectos que influencian toda transformación de la materia. Estos tres aspectos son las características intrínsecas de un objeto (dharma), las influencias exteriores (lakshana) y la influencia del tiempo (avastha).
Las características intrínsecas de un objeto limitan los cambios posibles y quedan bajo la influencia de las tres cualidades de la naturaleza descritas más arriba. Por ejemplo, un árbol no podría moverse solo desde donde está, pero sí que puede ocupar progresivamente cada vez mayor espacio debajo de la tierra mediante sus raíces y en el aire con sus ramas. Absorbe la luz por sus hojas. Es denso pero flexible. Algunos os dirán que se comunica…
Un pino no pierde sus hojas en otoño y no tiene la misma forma que un álamo. Además, un árbol no puede convertirse en una amapola, pero puede verse afectado por la poda efectuada por el hombre, una influencia exterior, para devenir un bonsái (lakshana). También puede transformarse con el tiempo, por ejemplo un roble de un año será muy distinto que si lo dejamos que se desarrolle durante 200 años (avastha).
He aquí cómo Patañjali expone esta idea:
etena bhūtendriyeshu dharma lakshana avastha parinâma vyākhyâtāh (III.13).
Por esto (etena) se explican (vyākhyātāh) los cambios (parināma) en los elementos y en el aparato psicosensorial (bhūtendriyeshu) observables al nivel de las características fundamentales (dharma), de las fuerzas exteriores (lakshana) y del transcurso del tiempo (avastha).
El autor del tratado nos da una forma muy rica de observar el cambio en nuestro entorno, que nos permite darnos cuenta de que las características aparentes en un momento dado no pueden constituir toda la historia de un objeto. Tomemos los granos de trigo. Un molinero puede convertirlos en harina y un pastelero a su vez hará pasteles. Y si el agricultor que hizo crecer el trigo no “vigilara el grano”, su cosecha podría fermentar…
El término bhūtendriyeshu está formado por bhūta, los elementos fundamentales constitutivos del universo, e indriya, los once órganos de los sentidos. Los elementos son el espacio (ākāsha), el viento (vāyu), el fuego (agni), el agua (ap) y la tierra (prthivi). Los sentidos, en la tradición india, son: cinco de percepción y de conocimiento (jnānendriya), cinco de acción (karmendriya) y finalmente la mente (manas), quien maneja todo esto. Detallemos los cinco órganos de percepción: la vista (chakshu), el oído (shrotra), el tacto (tvak), el olfato (ghrāna) y el gusto (jihva). Y los de la acción: la palabra (vāk), la mano (hasta), el pie (pāda), el sexo (upastha) y el ano (pāyu).
Si en los sūtra(s) 9 hasta 12 se trata de describir las tres transformaciones a nivel mental, en el sūtra 13, Patañjali quiere expandir el campo de observación al conjunto del entorno o medio ambiente, a los órganos de los sentidos y relacionar los cambios con las características, con las intervenciones desde el exterior y con el paso del tiempo (respectivamente: dharma, lakshana, avastha).
Tomemos como ejemplo uno de los bhūta(s): el agua. Este elemento fundamental de la Naturaleza puede presentarse en forma de líquido, hielo o vapor (dharma). Puede ser retenida por una presa para generar electricidad (lakshana). Si permanece durante largo tiempo en el mismo sitio se estanca (avastha).
Tomemos como ejemplo uno de los órganos de percepción: el oído. Un bebé tiene el oído abierto a múltiples frecuencias pero durante el aprendizaje del lenguaje su oído se irá cerrando a ciertas frecuencias que no se emplean en su lengua materna (dharma). A través del entrenamiento un ornitólogo puede distinguir distintos cantos de pájaro (lakshana). ¡Y, al final de la vida, el ser humano oye cada vez peor… (avastha)!
Tomemos como ejemplo uno de los órganos de la acción: la mano. ¡Con la misma mano uno puede sostener un objeto pesado que peligra caerse, hacer masajes, tocar el piano, tener una aguja muy fina, escribir un artículo para esta revista… (dharma)! Un accidente con una máquina de cortar el césped puede hacernos perder varios dedos de una mano (lakshana). La artrosis puede que reduzca de forma importante la capacidad de presión o agarre (avastha).
Todo esto nos permite comprender eventualmente de distinta manera las incesantes transformaciones de nuestro mundo. Tener otra mirada. Tal vez también podamos aceptar mejor las enormes diferencias que nos distinguen a unos de otros. Como decía TKV Desikachar, la destreza de un artista es bien diferente de la de un mecánico y el razonamiento de un filósofo está muy distante del de un hombre o mujer de negocios…
En el sūtra siguiente Patañjali nos dirá que hay cambio porque hay algo que puede evolucionar. Esta prakriti, la sustancia de la cual he hablado más arriba, está aquí descrita por el término dharmi que significa sustrato, una base que contiene todas las características (dharma) y todas sus potenciales evoluciones. En sánscrito:
shānta udita avyapadeshya dharmānupâti dharmî (III.14).
El pasado (shānta), el presente (udita) y el futuro (avyapadeshya) de todo objeto con sus características intrínsecas (dharma) subsisten (anupāti) en el sustrato de la materia (dharmī).
La olla ya está potencialmente en el barro. Y la profesión de arqueólogo en el Mediterráneo estaba potencialmente presente en el gesto del alfarero romano fabricando sus ánforas, así como en la dominación romana de hace dos mil años. La extinción de los dinosaurios estaba potencialmente presente en un enorme asteroide en función de su trayectoria particular. El porvenir de la raza humana puede residir en todas sus acciones en relación con su madre Tierra, ¿a menos que otro asteroide tome una trayectoria imprevisible…? El pensamiento budista era ya un potencial dentro del cerebro del Hombre prehistórico. La Gioconda y el cassoulet también…
Tras esta extensión del estudio del fenómeno del cambio, Patañjali, permaneciendo en el tema de la transformación, traerá rápidamente de vuelta la orientación hacia su centro preferido de interés: el ser humano. El ser humano que busca. En búsqueda de una mejor comprensión de su funcionamiento. El que busca estar menos encadenado por sus acciones y por las huellas que ellas han dejado. Finalmente, el ser humano que aspira a liberarse de la confusión fundamental que le lleva a identificarse solamente con su personaje cambiante, material, olvidándose de la Conciencia que le anima y habita.
Y el próximo artículo sobre los Yoga Sūtra de Patañjali está potencialmente presente en mi espíritu…
III
El tema de la transformación es transversal en el texto de Patañjali, tan solo el primer capítulo no contiene este término, pero su sombra planea por encima… Esta es una observación que hice yo hace mucho tiempo, y cuando, durante mi primera estancia de estudios en Madrás en 1983, le pedí a Desikachar tratar algunos sūtra seleccionados del conjunto del tratado, se sorprendió pero accedió a mi petición.
Así, de curso en curso, le fui pidiendo que me explicara tal o cual sūtra, todos los concernientes a parināma, el cambio. ¡Y aquí estoy, muchos años después, tratando con vosotros este tema mayor! Hemos visto los aforismos 9 a 14 del tercer capítulo. El autor explica en primer lugar, del 9 al 12, tres transformaciones de la psique: de la distracción a la atención, de la atención a la selección y de la selección a la constancia. Estos cambios se producen a través de un periodo largo y le aportan a la persona más eficacia, más claridad y más confianza en la vida. A continuación propone, en el sūtra 13 y en el 14, traer una mirada nueva sobre el cambio incesante del conjunto del mundo material que nos rodea y del cual formamos parte. Esta mirada modificada surge de una observación del cambio bajo tres aspectos designados por Patañjali: la naturaleza intrínseca de un objeto, una intervención externa sobre este y el paso del tiempo. Y agrega que realmente no se inventa nada —todo está potencialmente presente en un sustrato que contiene el pasado, el presente y los futuros posibles del universo—.
Luego Patañjali responde a esta cuestión: ¿Es posible influir en los cambios de las características de las cosas? El sūtra III.15 indica esto: en el desarrollo de los acontecimientos, una intervención distinta de aquella que era previsible entrañará un cambio inesperado. En sánscrito:
kramānyatvam parināmānyatve hetuh (III.15).
Otro (anyatvam) desarrollo (krama) causará (hetuh) otro (anyatve) cambio (parināma). Imaginad que estáis en un concierto de jazz de una orquesta de la que tenéis costumbre de escuchar sus discos. Si el batería modifica el tempo en el curso de una pieza, los demás músicos se adaptarán y la pieza será distinta de la que tenéis como hábito escuchar. Desikachar da el ejemplo de un río que sigue el valle, pero que puede ser desviado a través de un túnel… Este sūtra explica en particular de dónde provienen las capacidades excepcionales (siddhi), de las cuales abunda el tercer capítulo. En efecto, la indagación o investigación profunda (samyama) actúa como un catalizador que produce un cambio inesperado en la persona. A nivel básico, en vuestra práctica, cuanto más volváis sobre las técnicas de la respiración (prānāyāma), más podréis ir descubriendo estados de conciencia que no esperabais.
Una acción es necesaria durante el desarrollo de los acontecimientos para crear condiciones nuevas en las cuales se produzca un cambio distinto de aquello que estaba previsto o que era previsible. Como en un partido de tenis en el que la trayectoria de la pelota lanzada por un jugador es alterada por la raqueta del otro contendiente para devolverla por encima de la red. Sin esta intervención sobre la pelota, ella no retorna. ¡Y el punto está perdido! Exploraremos esta temática más a fondo al pasar al cuarto capítulo, pero, antes de eso, examinemos el sūtra siguiente.
Patañjali da aquí el primero de una larga lista de temas para indagaciones profundas, y se trata del… ¡cambio!
La indagación profunda trata de volver de manera regular y durante un largo periodo sobre un mismo tema dentro de un estado meditativo. Constituye la columna vertebral del proceso interior en la práctica del yoga. Tanto si nuestro interés se dirige esencialmente hacia la adquisición de conocimientos —y estos pueden estar en relación con objetos perceptibles o con conceptos—, como si estamos sobre todo motivados por la búsqueda de la libertad, la indagación o investigación profunda es lo que nos permite ir hacia lo uno o hacia lo otro.
En sánscrito:
parināmatraya samyamāt atīta anāgata jnānam (III.16).
La indagación o investigación profunda (samyamāt) sobre los tres aspectos (traya) del cambio (parināma) aporta el conocimiento (jnānam) del pasado (atīta) y del futuro (anāgata).
Se trata de los tres aspectos explicitados en el sūtra 13: la naturaleza intrínseca de un objeto, una intervención exterior sobre el mismo y el paso del tiempo. Cuando uno efectúa la poda de un árbol frutal, que constituye una intervención externa, mira su naturaleza intrínseca —qué tipo de frutal es, su vigor, etc.— y tiene en cuenta los brotes que se producirán con el tiempo por una poda “severa” o por una poda más “ligera”. Como me comentó un amigo, entendido en este terreno: “¡Hay quienes prefieren cortar madera en lugar de podar!”. Sin embargo, la persona que verdaderamente poda sabe cómo será el árbol durante el año que seguirá a sus tijeras de podar, del mismo modo que sabrá, al mirar el árbol antes de intervenir, cómo ha sido tratado en el pasado… Este sūtra nos invita pues a observar el cambio en cualquier cosa en relación con los tres aspectos citados, y esto orienta un ojo hacia el pasado y el otro hacia el futuro —¡una especie de estrabismo divergente psíquico!
Os llevo ahora al inicio del cuarto capítulo al sūtra que desarrolla un poco más el III.15, explicado más arriba. El IV.2 dice así:
jātyantaraparināmah prakryāpūrāt (IV.2).
Este aforismo explica cómo los cambios en una persona hacen que aparezcan las capacidades excepcionales (siddhi). Patañjali lo ha expuesto en el tercer capítulo y lo ha reintroducido desde el primer sūtra del capítulo cuatro. El cambio (parināma) de una forma de ser a otra (jāti + antara = jātyantara) solamente es el resultado de un ajuste (āpūrāt) de las energías fundamentales de la materia (prakrti). Estas energías o cualidades (guna) no son citadas pero sí que son sobreentendidas por el término prakrti, que significa la sustancia/la materia. Esta es la parte impermanente de nuestro ser, al contrario que la conciencia, que no cambia jamás. La sustancia está compuesta de sattva, rajas y tamas. Sattva: una energía de luz, que revela, aporta paz y hace funcionar la inteligencia y la sensibilidad. Rajas: una energía de dinamismo que permite activar, poner en movimiento, y que da la pasión. Tamas: una energía de pesadez que lastra, densifica, estabiliza y hace funcionar el sueño y la atracción gravitacional. El mundo manifiesto, del cual somos parte, cambia permanentemente en razón de las incesantes modificaciones en la relación entre estas tres energías. Este sūtra nos enseña que, si aspiramos a una transformación en nuestra forma de ser, conviene actuar sobre estas energías. ¿Por qué os sentís distintos al final de una clase de yoga en comparación con el inicio? La respuesta está en este sūtra. Las técnicas que vuestro profesor ha propuesto han aportado un ajuste de las tres cualidades de la materia que os compone (sattva, rajas, tamas) —a nivel físico, energético, psíquico y emocional—. El resultado es generalmente agradable…
En relación con el cambio, el sūtra III.15 ha puesto sobre todo en claro la necesidad de intervenir sobre la secuencia (krama) de un acontecimiento en la vida de un objeto. Mientras que en el sūtra IV.2 se trata de poner en evidencia la presencia de las energías fundamentales de la materia y la posibilidad de actuar sobre el equilibrio entre ellas. Volvamos a la sesión de yoga con vuestro profesor: podéis llegar irritados —con un predominio demasiado grande de rajas— o eventualmente fatigados —con demasiada presencia de tamas—. Después de la clase, si esta ha funcionado bien (¡lo cual no está asegurado al 100%!), la energía de dinamismo y la energía de pesadez, las cuales, una o la otra ha estado demasiado presente, se encontrarán equilibradas y la energía de sattva —sensible, clara y apacible— predominará.
La palabra jāti está llena de sabor. Puede designar numerosas cosas: ¡una manera de ser, una característica, una especie, una posición, un rol, una clase o una familia, así como el nacimiento! Mi forma simplificada de expresarla (puede que sea demasiado simplista, ¡lo reconozco!) es decir que jāti significa “quien yo soy”. El mensaje del aforismo es que muchas posibilidades nos habitan, y que aquello que aparece en un momento dado en la vida se debe a un ajuste en estas energías de la materia que nos componen en relación con sus equilibrios precedentes —y esto se va modificando sin cesar—. Saber que todas las características de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestra personalidad y de nuestros estados emocionales pueden así aparecer o desaparecer siguiendo la disposición de sus energías es probable que nos enseñe paciencia y nos ayude a cultivar un espíritu de aceptación. Pero el hecho de saberlo también debería animarnos a perseverar —puesto que no estamos condenados a quedarnos siendo siempre los mismos—, ¡ya que las transformaciones siguen siendo posibles!
En el sūtra siguiente Patañjali calificará el aforismo que acabamos de ver. En efecto, la famosa intervención exterior (lakshana) del III.13, que estaría en el origen de un cambio porque afecta particularmente al desarrollo de los acontecimientos, recibirá una aclaración distinta en el IV.3 con la introducción de la noción de nimitta —una especie de catalizador, iniciador de la transformación—. Desikachar lo calificaba de inteligencia profunda. El sūtra habla de la acción indirecta de esta inteligencia profunda sobre la materia, igual que un agricultor que abre una brecha en un dique para regar su campo. Se da a entender que el agricultor conoce bien su campo, las necesidades de sus plantas así como las propiedades del agua. Mientras que un novato, como decía Desikachar, a pesar de disponer de buen terreno, agua, clima y de buenos útiles de trabajo, podría hacer que la cosecha se echara a perder a causa de su ignorancia. Cabe señalar que nimitta oculta un aspecto llamado sahakara que significa “los instrumentos empleados, los útiles”. En el caso del agricultor, necesita una azada para romper el dique con el fin de dejar pasar el agua. El útil le resulta necesario a esa inteligencia profunda, que dosificará la llegada del agua y sabrá cuando detener el flujo para no ahogar a las plantas. En términos de la práctica del yoga, sahakara representa las técnicas —posturas, respiraciones conscientes, relajación, objetos de meditación, canto, etcétera— y nimitta es la claridad y la experiencia que permiten elegir y adaptar las técnicas en función del individuo, sus medios, sus objetivos, su estado de salud, etcétera. Fundamentalmente, este aforismo muestra que la acción no busca un resultado directamente, sino que busca ajustar las energías de la Naturaleza, en parte gracias a los útiles, pero sobre todo gracias a un conocimiento profundo de cómo funcionan estas energías. Es la propia Naturaleza la que produce el cambio en el sentido deseado. El papel de nimitta es tan solo el de un iniciador, el de un catalizador informado.
En sánscrito:
nimittam aprayojakam prakrtinām varana bhedah tu tatah kshetrikavat (IV.3).
Así que (tatah) el iniciador del cambio (nimitta) verdaderamente no actúa (tu) más que de forma indirecta (aprayojakam) sobre la materia (prakrtīnām) como el agricultor (kshetrikavat) que abre una brecha (bhedah) en un dique (varana).
Se trata de una puesta en claro del rol del enseñante en el cambio que se puede producir en el alumno. Y esto concierne sobre todo a las relaciones. Yo estoy convencido de que Desikachar ha sido un nimitta para mí, y se lo agradezco.
IV
Mis tres artículos precedentes en YogaenRed han explorado la forma en la que Patañjali trata la cuestión fundamental del cambio. La palabra parināma aparece igualmente en el sûtra II.15. Para redondearlo, os propongo ver los pocos sūtra(s) del cuarto capítulo que complementan a los que ya hemos visto.
A modo de recordatorio, los artículos previos se centraron en las tres transformaciones de la psique expuestas en el tercer capítulo, del 9 al 12, más tarde en aquellos del 13 al 16, donde el autor ofrece una visión ampliada del cambio al conjunto del tiempo: pasado, presente y futuro. Él precisa, siempre en este contexto, que una intervención sobre la secuencia de la transformación por la que pasa un objeto a través del tiempo abre la vía a un cambio imprevisto.
Por ejemplo, un hecho cambió mi forma de desplazarme por Chennai, en la India. Durante muchos años me estuve desplazando en bici —en los primeros tiempos podía incluso ir, con este medio de transporte, desde el barrio de Ramakrishna Nagar, donde estaba la casa de Desikachar, ¡hasta el centro de la ciudad!—. Según fue mejorando el nivel de vida de los indios, aumentó el volumen del tráfico y la sensatez me fue conduciendo progresivamente a no montar en mi bicicleta más que para ir a ver a Desikachar desde el apartamento donde me alojaba, al lado de su casa…
Yo había asimilado los gestos indios, pues, si el código de circulación parecía inexistente, por el contrario su comportamiento en la vía pública se basaba en un principio simple: cada cual calculaba la trayectoria de cada vehículo o peatón visible sobre la calzada ante él para pilotar el propio. ¡¡¡Se comprende fácilmente el nivel de concentración que cada usuario de la vía tenía que mostrar ante la expansión del número de scooters, motos, carros, 4X4, furgonetas, camiones, autobuses y coches gracias al boom económico generado en la India hace unos 30, 40 años!!! Un día en bicicleta, al cruzar una ruta bastante ocupada entre la casa de Desikachar y el Vedavāni, donde se impartían las clases de canto védico, una vacilación sobre lo oportuno de modificar ligeramente mi trayectoria y una moto, que me adelantaba por el interior, chocó conmigo.
Afortunadamente el resultado inmediato no fue más que un poco de sangre, algunas contusiones y una importante multitud de personas prestas a socorrerme. ¡Pero el resultado inesperado fue el abandono total del uso de la bici a partir de ese momento! Patañjali continúa diciendo que una indagación profunda acerca del cambio puede llevarnos a comprender el pasado y el porvenir. Mi accidente era previsible…
Os llevé después al principio del cuarto capítulo, aforismos 2 y 3, donde está expuesto el principio de la acción indirecta, basado en el conocimiento de las energías fundamentales de la Naturaleza (prakrti), para crear las condiciones para una transformación en el modo de ser de un individuo. El iniciador del cambio actúa igual que un agricultor que abre una brecha en el dique para regar su campo.
Vamos a presentar de manera un poco más extensa en este mismo capítulo el sûtra 14, en el cual Patañjali pone aún el acento sobre las tres energías de la materia —la pesadez (tamas), la actividad (rajas), la claridad (sattva)— y sus combinaciones que incesantemente producen la aparición y la desaparición de los objetos bajo diferentes formas. Explica que aquello que percibimos en un momento dado en relación con cualquier objeto no es más que una ínfima parte de su historia, como la foto de una viña en otoño no capta más que un instante de su existencia. Sin embargo, la singularidad de cada instante (ekatvāt) abarca la naturaleza esencial (tattvam) del objeto (vastu) en sus perpetuas transformaciones (parināma). En sánscrito: parināma ekatvāt vastutattvam IV.14. Ante esto, ¿cómo es que no nos sentimos todo el tiempo mareados?
Algunos sūtra(s) más adelante Patañjali reafirma un principio que sostiene el conjunto del tratado: el ser humano es un compuesto de dos cosas diametralmente opuestas: una parte que cambia constantemente y otra parte que no cambia jamás. Sin embargo, la parte que no es sumisa al cambio nos ofrece un “centro” y si logramos estar tan anclados a él como lo estamos a la parte que está cambiando sin cesar, el mareo desaparece… El autor del texto aporta aquí sutilezas: sadā jnātāh cittavrttayah tatprabhoh purushasya aparināmitvāt IV.18. La actividad mental (cittavrttayah) siempre es conocida (sadā jnātâh) por su (tat) radiante amo (prabhoh), la consciencia (purushasya), porque esta no cambia jamás (aparināmitvāt).
La fuente de la percepción, el Habitante (purusha), dotada de una naturaleza radiante (prabhoh), no es sumisa al cambio y permanentemente percibe todo cuanto pasa en la psique que no cesa de transformarse a cada instante. Incluso durante el sueño profundo, cuando la mente está “ausente” como subraya Patañjali en el I.10, la fuente de la percepción lo “sabe”. Es interesante notar que se emplea el término “conocimiento”, jnātāh. ¿De qué tipo de conocimiento se trata? Pareciera imposible que este conocimiento tuviera la misma forma que la de cuando uno sabe cómo funciona un teléfono o por qué sale el sol cada mañana… ¡A meditar! El sūtra parece igualmente avanzar que la relación entre ambas partes oculta una especie de subordinación —hay un amo o rey, como la palabra prabhoh puede ser también interpretada, y la actividad mental que es constantemente percibida por ese amo—. Además, el sūtra siguiente afirma que la mente no puede brillar por sí misma porque es parte de la materia… ¡A meditarlo también!
Más adelante en este capítulo aún encontramos referencias al cambio. Se trata del 32 y del 33, que son parte de la última descripción, 29 al 34, de eso que es la libertad (kaivalya) para Patañjali. El autor habla de un estado de unidad pleno de tal abundancia de bondad, de alegría y de verdad (dharmameghah samādhi) que no puede sino tener un impacto positivo sobre el entorno de la persona. Esa persona alcanza una cima donde las fuentes del sufrimiento y de la acción bajo la influencia de aquellas ya no tienen ningún poder sobre ella. Se describe a una persona cuyos conocimientos son ilimitados, cuyos objetivos son alcanzados y que permanece firmemente anclada al presente. Si pocos seres humanos llegan a alcanzar esta cima, uno puede esperar que ojalá haya algunos que se acerquen y conozcan y prueben una libertad “condicionada”…
Los sūtra(s) que nos interesan en esta sección del cuarto capítulo responden a la cuestión: ¿qué hay de las energías de la materia y de su evolución para semejante persona? En ella se manifiesta una estabilización de estas energías (tamas, rajas y sattva), lo que no significa que se expanda idéntica estabilidad por todas partes, ¡por desgracia! Entonces (tatah) el proceso (krama) de la transformación (parināma) de las energías de la materia (guna) llega a su fin (samāptih) para los individuos que han cumplido su destino personal (krtārthānām). En sánscrito: tatah krtārthānām parināmakrama samaptirgunānām, IV. 32.
Este sūtra está en el origen de muchas discusiones acerca de qué sucede con estos individuos. ¿Mueren? ¿Son liberados en vida (jivânmukti)? Un dicho chino dice: “Antes de la realización espiritual, iba a por agua al río. Tras la realización espiritual, voy a por agua al río”. ¿Tal vez podamos entender este aforismo como una muestra de que, cuando se ha producido la más importante de las transformaciones —es decir, que se ve y se comprende perfecta y celularmente que uno está compuesto de consciencia y de materia—, en adelante ya no se puede vivir ningún momento en la ilusión/delusión en la que se vivía antes? Entonces, estas energías de la materia ya no pueden seguir funcionando más como previamente y, en este sentido, llegan a su fin. Desikachar me dijo que su padre interpretaba este estado como un predominio permanente de la energía de luz (sattva) en la mente. Hacía también una comparación del juego de los guna con la oscuridad y decía: “¿Cómo puede perdurar la oscuridad cuando hay tanta luz (dharmamegha samādhi)?”.Cuando el rey deja de interesarse por los bailarines, estos dejan de danzar. Desikachar le da un color particular a este sūtra en su traducción publicada en 1987: “Las tres cualidades fundamentales de la materia dejan de seguir la secuencia que alterna entre dolor y placer”. Agrega en su comentario: “Los cambios en la mente, en los sentidos y en el cuerpo no crean ya más perturbaciones”.
Cuando adviene tal estado de consciencia, la persona vive total y plenamente en el instante presente. Pero si no hay ya más cambio a nivel de las energías de la materia, ¿es que cesa toda evolución? Esta persona no se aferra (nirgrāhya) al proceso (krama) del cambio (parināma) y cada momento (kshana), aunque vinculado al instante anterior y al instante posterior (pratiyogi), es un fin en sí mismo (aparānta). Como si el tiempo fuese abolido por este individuo. Por supuesto que para los demás no es así. En sánscrito: kshanapratiyogi parināmāparānta nirgrāhyah kramah IV.33.
El término pratiyogi designa la conjunción de aquello que es antiguo con aquello que es nuevo —se trata de una relación (yogi) de opuestos (prati) que conduce a un resultado o a un fin (aparânta)—. Como un viaje que tiene un punto de partida y un punto de llegada. La palabra nirgrāhya puede ser interpretada igualmente por “comprender”, lo cual le dará al sūtra un sentido ligeramente modificado: la persona comprenderá la secuencia de las transformaciones hasta el final de estas. Yo prefiero la traducción de “no (nir) aferrarse (grāhya)”, ya que uno se aferra a la continuidad de los momentos mientras esta realización espiritual todavía no ha sido lograda. Este resultado es sin duda una utopía tentadora para la mayoría de nosotros, pero esto no impide el tratar de aproximarse al estado de intensa implicación en el momento presente.
Así acaba esta serie de artículos acerca de este apasionante tema, que no pretendo haber agotado. A modo de conclusión, simplemente diré que nuestra relación con la impermanencia es sin duda una de las claves de un “vivir feliz” sobre el que se construye el contentamiento (santosha).