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Tabula Rasa

Todo comienza ahora

La Película de la Creación

Del libro «La Búsqueda Eterna».
Paramahansa Yogananda
19 de septiembre de 2022

En cierta ocasión, me encontraba sentado al aire libre en Encinitas y hacía mucho frío. lnterioricé mi conciencia y, en un abrir y cerrar de ojos, no sentí más frío. El Gozo inunda­ba mi ser. De vez en cuando, veía que cuanto me rodeaba se fundía en una única luz cual el haz de luz de un proyector de películas. Si centraba mi atención en la película, veía la pe­lícula. Si la centraba en el haz de luz, el mundo desapare­cía. Nada puede verse si uno no centra en ello la conciencia. Así pues, si tienes completo dominio sobre la mente y miras den­tro de ti, hacia tu alma, aun cuando los ojos continúen abier­tos, verás sólo esa gran Luz de Dios y sentirás su inmenso Go­zo. Únicamente al mirar hacia afuera a través de los ojos, po­drá tu conciencia percibir el mundo exterior. Todo es una pelí­cula cinematográfica de Dios.

Aquel día en Encinitas yo podía ver, por una parte, las sensaciones y pensamientos, que eran sueños de mi conciencia provenientes de Dios, y por otra, al recogerme interiormente, no percibía sensación alguna, sino sólo puro Gozo. Y aunque me encontraba en medio de un frío intenso, sin más vestimenta que mi traje de baño, pude perci­bir que tanto el frío como el paisaje desaparecían y quedaba so­lamente el Gozo. Más tarde, sentí leves impresiones sensoria­les junto con ese gran Gozo.

Practica lo anterior, es decir, practica la Presencia de Dios. No te contentes con una breve oración o con ver una pequeña luz, re­tirándote luego a dormir. El sueño es una droga. Si consigues controlar razonablemente la actividad sexual, si puedes con­trolar razonablemente todos los sentidos y buscas a Dios con toda la fuerza de tu alma, Dios vendrá a ti. Aunque seas un gran moralista y tengas inclinaciones espirituales, eso será muy poco si no tienes conciencia de la Presencia de Dios.

No te engañes, pues, a ti mismo. Medita más, medita sin cesar y con sinceridad. Dile a Dios: «Conozco mis debilidades, pero, Señor, esas debilidades te pertenecen, pues fuiste Tú quien me creó. Nada deseo salvo estar Contigo, pues eres Tú quien proyecta esta cinta cinematográfica de la vida. Tú es­tás libre de sus aspectos duales de comedia y tragedia. Y yo también soy libre, puesto que soy tu hijo».

No te consideres pecador ni te consideres justo, enorgulle­ciéndote por ello. Piensa más bien que el Señor está contigo y que sólo Él y nadie más actúa a través de ti. Entonces, adquirirás una visión distinta del mundo. Sin la conciencia de Dios, este mundo parece lleno de conflictos, violencia y terribles desengaños; sin embargo, con Él, es un remanso de felicidad.

Mientras veía la película La canción de Bernadette, me sentí tan profundamente conmovido por algunos de los episo­dios de la vida de la santa, que lloré. Pero finalmente me dije: «Qué me sucede?». Volví a ver la película y no vi más que sombras y Luz: ¡había perdido la conciencia del drama! Ya no pude llorar y un gozo inefable se apoderó de mi ser.

En un segundo, Dios puede reproducir la forma de cualquier persona que haya abandonado este mundo y Él quiere que tú lo se­pas. Quiere que entiendas que la Creación es un espectáculo. Si te tomas en serio ese espectáculo, vas a sufrir y eso no te agradará, no serás capaz de soportar la vida con todos sus sufrimientos, en­fermedades y dolores. Cuando tengo algún dolor en el cuerpo, yo en­foco mi atención en el centro de la conciencia espiritual, que está situado en el entrecejo, y entonces no siento dolor alguno. Pero si me con­centro en el dolor, experimento el engaño del sufrimiento. Si pue­des mantener la atención concentrada en la conciencia espiritual del alma, no sufrirás cuando las engañosas sombras de la aflicción aparezcan en tu pantalla mental. Pídele incesantemente a Dios que se te revele como la única y gozosa Realidad.

¡Has perdido ya tanto tiempo…! Piensa que la muerte puede llevarte en cualquier momento y entonces no tendrás más tiempo para conocer a Dios. Debes tomar plena conciencia de Él antes de abandonar la jaula del cuerpo. Dirígele esta plega­ria: «¡Quiero sentir tu Presencia!». El Señor, sin embargo, no te dejará abandonar definitivamente este hospital del engaño has­ta que te cures de la enfermedad de los deseos. Todo lo que ha­gas, hazlo por Dios, trabajar para Él es tan importante en lo que respecta a tu progreso espiritual como lo es la meditación.

Medita en el Señor por la noche, hasta que tu conciencia se eleve hacia Él y te sientas aprisionado en su Gozo; y cuando realices tus actividades durante el día, trae y conserva contigo el recuerdo de ese estado. Entonces, estarás en todo momento con Dios y siempre serás capaz de sonreír y afirmar: «Un po­co de dolor, un poco de placer o un poco de paz no pueden crear conmoción alguna en el océano de bienaventuranza siempre nueva que inunda mi alma».

Ríete de maya, el engaño o ilusión. Mira la vida como si es­tuvieras viendo una película cinematográfica cósmica y, enton­ces, ya no podrá ejercer sobre ti su engañosa magia. Permanece en la bienaventuranza de Dios. Cuando seas capaz de mante­nerte impertérrito en medio del estruendo de mundos que se de­rrumban, sabrás que Dios es real. El Señor no pretende hacerte daño, Él te ha hecho a su imagen, ha hecho de ti lo que Él es. Eso es lo que tú no comprendes porque sólo reconoces que eres un ser humano, y no te das cuenta de que pensar así es un engaño.

Padecer un cáncer no es en absoluto una experiencia grata, sin embargo consideremos el ejemplo de Francisco de Asís, quien padecía varias enfermedades y, al mismo tiempo, curaba a los enfermos y resucitaba a los muertos. Nada le podía arrebatar su Gozo Divino. Acércate tú también a Dios por todos los me­dios. Él, por su parte, no te recibirá hasta que le hayas probado que le amas de verdad y que no abrigas deseo alguno de involucrarte en este espectáculo suyo.

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