Una piedrecita que se introdujo en mi zapato me hizo comprender que tenía pie.
Una duda que se introdujo en mi frente me hizo comprender que Soy.
Un sufrimiento que se pegó a mi corazón me hizo sentirme.
Bendito seas tú, Hermano Sufrimiento, porque a través de tí me realizo y a través de tí me doy.
Perdóname por las veces que te pido que te vayas de mí, y las veces que me cierro para que no vengas, y las veces que lucho por no tenerte.
Perdóname porque no comprendo que cuando vienes a mí, me limpias.
Cuando te sientas en mí, me haces reflexionar, y cuando caminas por mi Ser, lo haces oloroso y perfumado como lo son los jazmines y las azucenas y los nardos.
Perdóname y ven a mí aún sin que yo te abra las puertas; porque cuando te vayas habrás dejado mi casa más limpia y los cristales de mi alma más relucientes.