Consuelo Martín volvió a su morada el pasado 7 de enero con 83 años acompañada de su familia en Madrid.
Murió como vivió: con lucidez, paz de espíritu, y amor en su corazón. Su luz no se apaga, brilla hoy más que nunca. Vivió una vida dedicada al discernimiento, iluminada por el amor a la verdad, que desembocó en una alegre y ligera presencia.
Emanaba sabiduría sin poder evitarlo. No sólo en las investigaciones formales, también con cada movimiento, palabra y silencio.
Ya de niña se interesaba por la verdad. Tuvo una educación religiosa, pero para ella lejos de ser una doctrina, era algo vivo, y por lo tanto, muy interesante. Le surgían dudas sobre el fundamento, pero las respuestas que obtenía, no le aclaraban nada. Había nacido una enamorada de la verdad.
Consuelo nunca dejó de hacerse preguntas. Sus ganas de saber la llevaron a estudiar Filosofía, donde aprendió mucho, y sobre todo, a cuestionarse todas las respuestas. Ahí descubrió la filosofía hindú Advaita Vedanta, que significa “No dualidad” y descubrió la unidad. Fué un gran maestro de esta tradición, Sri Nisargadatta Maharaj, el que la animó en una visita que esta le hizo, a compartir su sabiduría “Enseña lo que sabes” le espetó en el encuentro. Y así lo hizo ella. Sin saberlo, se iba transformando en la gran maestra que fue.
Entre sus actividades, estuvo la dirección durante años de la revista “Viveka”, dedicada al discernimiento en el camino contemplativo, la traducción al español del “Bhagavad Gita”, considerado un texto sagrado hinduista de gran importancia para la religión, y la escritura de numerosos libros escritos desde su más pura presencia.
Vivió lo que le tocaba, sin evasiones. Fue mujer, esposa, madre, amiga, abuela, y maestra. Pero siempre despierta, con serena atención, escuchando y con los ojos bien abiertos, para no perderse ninguna señal o mensaje de la vida, porque para ella, está era la gran maestra.
A pesar de su nombre, ante un desengaño de cualquier tipo, no te consolaba o compadecía. Te decía con energía: “¡Alégrate, porque te has desengañado!” No había indiferencia en su consejo, sino gran sabiduría. Ella sabía que tras todo drama, conflicto, o deseo, se encuentra el verdadero ser. Y que Aquello, es lo que de verdad buscamos, y lo único que puede satisfacernos.
La persona de Consuelo se ha ido, pero ni para ella misma esa persona era importante. Y si lo era, era sólo cómo instrumento, capaz de tocar bellas melodías ante las que el alma se aviva.
Agradecidos por su existencia.