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Tabula Rasa

Todo comienza ahora

El Yogui

Ramiro Calle
28 de julio de 2020

El elocuente e inefable silencio de la meditación, ese silencio que representa un acallamiento de todos los procesos de la mente y que nos permite, más allá del tiempo y del espacio, experimentar al Ser. No hay momento como ese, ni dicha tan embriagadora, ni solaz tan seguro. Cuando la mente es como un cielo límpido y despejado, el ser fluye con la misma soltura que el riachuelo se desliza por la montaña. Nos absorbe, nos extasía, nos permite apurar todo su néctar, nos obsequia con sutiles mensajes que dejan su huella indeleble en el alma y un sabor de eternidad en el corazón.

La verdadera riqueza no se exhibe como el oro y la plata. Está bien oculta. Son muchos los que se arropan con la vestidura de la hipocresía, la ignorancia, el egoísmo. Pero también son muchos lo que se deslizan sobre las olas del amor y la sabiduría.

Somos islas. Como islas venimos a este mundo y como islas nos vamos de él. Pero la soledad aterra al hombre que no ha hallado su esencia divina. Cree que puede compartir su soledad. Cree incluso que puede evitarla, pero es inevitable. Pero gracias a esa soledad podemos hacer presente nuestro atmán. No hay que buscar a los otros para que nos amen, sino para amarles. Abatidos por la soledad, los hombres dan rienda suelta a su ignorancia en un torpe intento por escapar de ella, y no se dan cuenta que lo único que están consiguiendo es escapar a su naturaleza iluminada.

El sentido de esta vida no consiste en renegar de ella, sino aprovecharla para nuestro perfeccionamiento y crecimiento interior.

Todo podemos convertirlo en instrumento de realización, incluso las cosas más dolorosas. El sufrimiento nos avisa, nos amonesta. La vida es engañosa, pero el sufrimiento nos devuelve a la realidad. Hay que encararlo con valor y agradecerlo incluso, porque de algún modo el estimula nuestra búsqueda, nuestro peregrinar interior. Nos creemos el cuerpo y así no somos capaces de experimentar nuestro Yo más allá de él. El cuerpo se convierte así en una cárcel, un obstáculo, una droga que nos alucina y nos hace ignorar nuestra propia identidad.

Nuestro ego es la oscuridad. Nuestro Yo es la luz. Nuestro ego es la pantalla que nos impide mirar a Dios cara a cara, nuestro Yo es Dios en nosotros mismos. Nuestro ego acumula ignorancia, nuestro yo es sabiduría perenne. Sí escuchas tu ego no escuchas tu Yo, si escuchas tu Yo has silenciado para siempre tu ego. El ego divide, el Yo es la unidad. Miras a través del ego y ves lo múltiple, miras a través del Yo y ves el Uno.

El ego es la esclavitud, pero el Yo es la bienaventuranza. Creemos que somos nuestras vestiduras, pero ellas son un préstamo durante esta vida terrena. Sólo somos el Yo y para hallarlo debemos renunciar a todo lo interior y a todo lo exterior y con la llama del discernimiento quemar las ilusiones y apariencias.

La acción es preciosa si la ponemos al servicio no de nuestro egoísmo sino de nuestro ser real. Actúa correctamente y con honestidad, pero sin apasionarte, sin ansiar resultados. Es la acción y el amor a la acción lo que verdaderamente es valioso. No hay ocupación insignificante. Cualquier acción es la más importante del mundo si te entregas a ella misma con amor, si no te dejas encadenar por ella ni por los resultados, si no esperas recompensa alguna, si aprovechas el acto para despertar a una realidad superior.

El ser no es para ser expresado, sino para ser sentido. No hay que hablar sobre el Ser, hay que ser. Él permanece a través del pasado, el presente, el futuro. Es eterno, está más allá del tiempo. Si quieres ser, no eres, pero cuando no eres, eres. Si te dices yo soy el cuerpo, o la mente, o las emociones, no hayas el Ser. Pero si te sitúas más allá de sus velos, puedes percibir el Ser. El Ser es existencia, conciencia, dicha. Él lo impregna todo y no puede por nada ser impregnado. Si lo hallas te conviertes en un hombre libre en vida y la sabiduría brilla en ti como el más potente de los soles. Si no lo encuentras, estás de espalda al sol y tan solo ves la sombra que tu mismo proyectas con tu ignorancia. Él no tiene forma, pero da origen a todas las formas. Sólo él es real. Fuera de él todo es maya, ilusión. Para percibir el Ser, es necesario desarrollar las perfecciones. Ten confianza, ten constancia, ten autocontrol, ten fortaleza, ten paz, ten vigilancia, ten discernimiento entre lo real y lo aparente, ten deseos fervientes de libertad interior. Ansía a ser libre para siempre y confía en la sabiduría inconmensurable de su Ser. Búscalo a través del Yoga. El yoga te proporcionará la visión suprema y tu sabrás que tu eres Él, el ser. El yoga es la flama que purifica y el arco que nos permite lanzar la flecha hacia la más elevada sabiduría.

El gurú está en todas las partes. No hay nada ni nadie de quien no podamos aprender. Pero el gurú más íntimo, más real está dentro de nosotros. Necesariamente hay que hallar nuestro guía interior. Indagar más en nuestra naturaleza real, someternos a su dictado, sentir y pensar a través de la deidad que yace en todos nosotros.

Debes vivenciar que todos los seres sintientes anhelan la felicidad y todos detestan el sufrimiento, no solo no debemos dañar a ninguna criatura, sino, en lo posible poner las causas para que sean felices y eliminar las condiciones de su dolor. Todos estamos en la misma Rueda.

¿Cuáles son las diez cosas en las que hay que perseverar?

  • Hay que escuchar y meditar sobre todo lo relacionado con la Doctrina.
  • Hay que perseverar en la concentración y en la meditación.
  • Hay que insistir en la soledad para apaciguar la mente.
  • Hay que empeñarse en el dominio de los pensamientos.
  • Hay que alertar la mente y combatir su pereza y negligencia.
  • Hay que persistir en el establecimiento de la inalterabilidad a través de la meditación.
  • Hay que obtener el samadhi, poder repetirlo y lograr prolongarlo.
  • Hay que aprender a controlar el cuerpo, palabra y mente.
  • Hay que desarrollar la compasión en grado sumo.

¿Cuáles son las diez cosas que hay que tratar de evitar ?

  • Debemos evitar seguir al maestro que desea riquezas y celebridad.
  • Debemos evitar aquellas personas que no favorezcan nuestra paz interior y obstaculicen nuestro crecimiento interior.
  • Debemos evitar los lugares donde haya personas que nos distraigan y perturben.
  • Debemos evitar ganarnos la vida con la mentira y el robo.
  • Debemos evitar los actos inútiles.
  • Debemos evitar toda acción que deteriore la mente y frustre la evolución espiritual.
  • Debemos evitar los actos negligentes que hacen que los demás dejen de apreciarse.
  • Debemos evitar enmascarar los propios fallos y criticar a los demás.
  • Debemos evitar los alimentos y hábitos que perjudiquen la salud.
  • Debemos evitar los apegos resultantes de la ambición desmedida.

Hay que recorrer el sendero espiritual y no hacer lo que la mayoría, que creen estar en él, pero no lo recorren, hay que adiestrarse en el desarraigo y el desapego. Hay que seguir a un buen maestro espiritual y poner en práctica sus enseñanzas, superando todo egoísmo. Hay que aplicarse a la consecución de la Verdad y no hacer exhibición de ello. Hay que cultivar incesantemente el desarrollo espiritual, superando toda indolencia. Hay que poner bajo el yugo de la voluntad y la consciencia el cuerpo, la palabra y la mente. Hay que caminar hacía la Meta y facilitar el trayecto de los demás también hacia ella. Hay que purificar el cuerpo, la palabra y la mente y desarrollar todas las energías espirituales. Hay, sobre todo en la juventud, que evitar la compañía de los que retardan la propia evolución espiritual y recibir la enseñanza de un verdadero y elevado maestro.

Nuestra mente es como un campo y en él han crecido, junto a las hierbas medicinales, las hierbas venenosas. Hay que ser como un hábil jardinero y limpiar y sanear el terreno de la mente. En la mente está la luz y la sabiduría. Todo es mente. Cambia tu mente y habrá cambiado el mundo. Purifica tu mente y verás pureza incluso donde antes solo apreciabas basura.

He probado el dolor y he probado el placer. Uno y otro son insatisfactorios, pero cuando nos hallamos a nosotros mismos, ni el uno ni el otro existen.

No hay nacimiento, no hay muerte. El universo de maya es el sueño donde todo es posible, donde cada mente proyecta sin cesar como el gusano fábrica la seda, el gran juego cósmico donde se sueña y se es soñado, la conciencia-testigo es lo único que está fuera de ese juego: libre, inafectada, sin imagines, sin proyecciones, estática, vacía, única realidad, al margen del juego infatigable de maya. No es y es, está vacía porque se llena de sí misma. Es conciencia pura, más allá de la luz más refulgente, más allá del todo y la nada.

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