Ahora bien, los asuntos (prágmata) se revelan como siendo en sí mismos todos indiferentes (adiáfora), imponderables (astáthmēta) y libres de crítica (anepíkrita). Por eso mismo es que ni nuestras sensaciones ni nuestras opiniones nos dan ni la verdad ni la mentira. Y precisamente por eso no debemos poner nuestra fe ni en unas ni en otras, sino que nos corresponde permanecer libres de opiniones (adóxastos), sin decantarnos (aklinḗs) y sin agitaciones (akrádantos), diciendo sobre cada asunto que es así, pero no más de lo que no es así; y que a la vez es así y no es así; y que ni es así ni no es así.